¿Puede cambiar nuestro tipo de piel con el paso del tiempo?
La piel no es estática y puede cambiar a lo largo del tiempo e incluso puede hacerlo durante periodos concretos de nuestra vida, algo así como un paréntesis, y quizá donde antes había una zona T aparece una situación de sequedad.
Seca, normal, mixta y grasa son los cuatro tipos de piel que normalmente se tienen en cuenta para diagnósticos dermatológicos. Sin embargo, factores internos e externos pueden influir para que conforme pasa el tiempo cambie la etiqueta que llevábamos puesta desde siempre.
Los factores internos que pueden afectar en estas variaciones son todos aquellos relacionados con la edad y con la herencia genética, con los que podemos tomar precauciones para atenuar el paso del tiempo; mientras que los externos son los que se relacionan con el ambiente donde vivimos y el estilo de vida que tenemos. En estos diferenciamos dos tipos: los incontrolables como el sol, el frío, la sequedad ambiental, la contaminación y los radicales libres que aunque no se pueden controlar, sí pueden tomarse medidas para que afecten lo menos posible a nuestra piel. Y en segundo lugar, los controlables, que son lo que dependen de nuestro modo de vida, de la alimentación, los hábitos saludables, el estrés y el sueño. De su control depende en gran medida el estado de nuestra piel.
Externos o internos, ambos tipos de factores pesan bastante en un hipotético cambio de piel, pero es evidente que los externos resultan más fáciles de controlar, desde el momento en el que dormir más horas o practicar alguna técnica de relajación puede ayudar a poner a raya una situación de estrés o cansancio que está afectando el cutis.
Cuando se produce un cambio en nuestra piel debemos pararnos a pensar por qué ha sido producido, si ha sido por agente externo debemos tomar más precauciones para que no vuelva a sucedes, como usar protector solar o seguir una limpieza diaria para que las partículas que hay en el aire no afecten la piel. Y si son producidos por agente internos, habría que hacer cambios en nuestra rutina diaria para que el organismo no sufra esas alteraciones, tales como descansar más o llevar una buena alimentación.
Sin embargo, todo esto no sucede de la noche a la mañana. La piel no cambia de forma brusca, ni tampoco lo hace de manera definitiva o drástica. En algunas ocasiones puede pasar que algún tipo de piel seca ya no es tan seca y aparece algo de grasa en la zona T. Pero esos cambios no son para siempre. Es importante siempre estar en contacto con profesionales dermatológicos.
Entre los factores que pueden influir en el cambio de tipo de piel de manera temporal están el estrés, que produce cambios en la secreción hormonal y lleva a producir algo más de grasa. Es el motivo del acné adolescente, un momento en el que existen más andrógenos en la sangre. Lo mismo sucede con los embarazos, en los que la piel puede resecarse ligeramente a partir del tercer o cuarto mes de gestación. También influye la existencia de alguna patología dermatológica concreta como la rosácea, y el mero envejecimiento. Con la edad la piel se va secando, incluso las más grasas, porque las glándulas sebáceas disminuyen de tamaño.
Si nuestro tipo de piel cambia con el paso del tiempo es importante ir adecuando los productos en función de las necesidades de nuestra piel y dejarnos aconsejar por profesionales para el diagnóstico de la piel.